Los yazidíes forman una minoría religiosa preislámica cuyas raíces se remontan a 2000 a.c. Hasta el siglo VII d.c. fue la religión oficial de los kurdos, pero luego la islamización obligatoria fue reduciendo su número.

Tras la persecución del Ejercito Islámico (ISIS), que llegó a su punto álgido el 3 de agosto de 2014 con la matanza que se produjo en Sinjal, Irak, 234 yazidiés se encontraron en Pireo y decidieron emprender el viaje juntos. A dos años de la tragedia se han convertido en una familia que no puede olvidar lo que sucedió ese día. El ejército islámico que había pedido su conversión bombardeó su ciudad, poco pudieron hacer, estaban desarmados. Violó y decapitó a muchos amigos, familiares, vecinos y desconocidos. 5000 mujeres y niños/as fueron secuestradas y escondidas en algún lugar de Irak, donde se les vende por armas y se les confina-nos cuentan- en lugares inmundos donde sólo pueden acceder a la ducha a cambio de ser violadas.

La comunidad yazidí abandonó hace un par de meses el campo de refugiados de Katsikas después de recibir pintadas amenazantes y se encuentran en un antiguo edificio abandonado a las afueras de Ioaninna.  La ONG olVIDAdos  les visita regularmente y les apoya con productos de higiene y limpieza, fruta y leche infantil, así como ropa y zapatos. “La comunidad yazidí está muy unida. Son como una gran familia y nos hacen el trabajo muy fácil. Son las personas con menos fondos económicos, los que menos piden y los mejor organizados. Nunca tenemos que hacer una distribución como tal, sólo les damos los productos que nos han pedido y ellos los reparten entre todos equitativamente. El principal problema es que están aislados  y tienen un futuro incierto”, explica Andrea de la ONG olVIDAdos.

El pasado 3 de agosto nos transmitieron su pena.  Realizaron un homenaje vestidos con camisetas blancas pintadas con la fecha del día que siempre les acompañará. No quisieron recordarlo solos, invitaron a voluntarios y medios de comunicación. Recordaban a sus madres secuestradas, a sus padres muertos y se reunieron en círculo llenos de lágrimas y mostrándonos fotos del éxodo y algunas de lo ocurrido que aún nos escuecen.

“Vi a un hombre mayor yazidí que conozco que lloraba como un crío recordando a sus padres”, explica Andrea.

Los  yazidíes eran un pueblo alegre. Queremos unirnos a su recuerdo y que el mundo sepa de esta infamia. No merecen pasar por lo que han pasado. “No he vuelto a cantar desde lo que pasó”, comentaba una de las abuelas del campo.

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